sábado, 3 de febrero de 2007

Las cenizas

Como cada vez, su cabeza se aceleraba a lo caballo q torpemente va reconociendo el camino de vuelta a las casa. Ya se veia la tranquera a lo lejos y se salia de la vaina.
El auto aminoraba la marcha mientras los ocupantes disfrutaban de la brisa tan caracteristica del camino hacia el casco, el final del viaje, y las novedades q a simple vista delineaban lo que habia ocurrido en esas tierras desde el invierno pasado.
Tras la curva, los arboles parieron el yalet. Para el, salido de Dinastía.
El corazon se le salia bajo la camisita afuera talle midget de James Smart, q lo deschavaba a ocho hectareas.
Era un perfecto prepuber porteño en plena edad de las billeteras con velcro (a un anio y medio de convertirse en un imbecil).
Mucho ninja y cinco horas diarias nonstop de tv tirado en la cama de sus padres boca abajo con las patitas hacia arriba sosteniendo una almohada con la destreza del habito.
Comia seis tostadas con manteca y azucar q cuidadosamente iba dosificando con una obsesion q se iria acrecentando peligrosamente con el correr de lo años. Porq uai de quedarse sin el sabor de la manteca derretida en medio del lobo del aire. Seguramente esrtinfelou comia sus tostaditas mas tarde tambien.
Chelo y tostaditas. Concupiscencia. Tostaditas.

El auto se detuvo. Se abrio la jaula y James Smart salio corriendo dejando en octavo plano el balbuceo de su madre.
Una suerte de “chegos vo se grusen vor detrs des caballs”.
Uareba, su direccion era clara: el bosque. Mas precisamente necesitaba un palo.
Un palo para castigar cardos enemigos previa charla.
Cardo no quiero lastimarte, no me obligues.
Habia q demostrarle a la naturaleza q llego el hombre del palo y q si, puede estar fuera de su ecosistema pero vio mucha tele.

No habia dias en el campo ni horas ni nada.
James habia juntado coraje y le habia pedido al Zirilo q le preparara una yegua para ir a dar una vuelta. El coraje era mas bien por el Zirilo, q tenia pinta de soltar facil la cachetada. Cachetada terminal. El Zirilo tenia fuerza 1500 y 6 digitos en atitu.
Finalmente el equino esperaba atado.
James subio timidamente y emprendio el recorrido.
Su corcel, Tila.
Una potente yegua con la q habia establecido una entrañable amistad.
Lo cierto es q era caballo y tomaba clases de arpa lunes miércoles y viernes.
Ni siquiera era el mismo de la ultima vez.

Se animo al trote y al final del camino encontro una tranquera abierta.
Decidio meterse. El caballo.
James sintio la tension en las riendas, y Tila (q secretamente se llamaba el matungo culeao) emprendio un galope hacia la nada increscendo con el panico del mono q cargaba.
Tila, Tilaa puta madre, exclamaba James en toma subjetiva digna de Michael “richter” Fox en sus peores dias. Sus ojos se llenaron de lagrimas y ahora llevaba un bigote de mocos transparentes. Aehhh puta madre. Era una mariquita digna del taper 6C donde habitaba el resto del anio.

El puta madre se hizo tembloroso y James empezo a sentir un calor insportable q subia de sus pies a la cabeza como la onda expansiva de una bomba nuclear.
Justo cuando estaba a punto de colapsar, el animal se detuvo frente a una tranquera.
James trato de bajar temblando, se engancho en un estribo y cayo de espaldas sobre el rocio.
Su sistema nervioso ignoro el golpe. Estaba saturado.
Como pudo se apoyo en el cerco. Lejos.

Exploto en llanto. Llanto para todos. Casi como sabiendo como se sentiria en diez anios.
Sus babas del diablo colgaban del alambrado.
Con cara de estar pariendo a Godzilla, miraba el horizonte.
Esta vez con nocion de escala. Con respeto a lo inabarcable y mocos.
Puta madre, murmuraba mirando a la bestia automatica q movia la cola sacudiendose insectos con la indiferencia de la naturaleza. Sin limites entre lo vivo y lo muerto.
Sin “el milagro de la vida” de Socolinsky.

Se arrasrto hacia las casa iracundo, después triste.

Llego y se encontro con un tio de piluso q tomaba mate con cara de entender de q se trata la vida. Habia practicado como explicar todo con dignidad pero bastaron dos silabas para q el movimiento “todos por el llanto” derrocara el gobierno de su cabeza. Su tio intento tranquilizarlo sin mucho éxito y le dijo con una sonrisa q se encargaria de todo y salio de la casa. Sonrisa q ignoraba el profundo océano de dolor tras el llantito anecdotico. Como todos.

James Smart entro en la sala. Estaba solo.
El reloj calculadora, la gorra, las botas humedas, las pestilentes medias y el pantalón (empapado por la caida). La campera con forro de corderito, dos sweaters, camisa, remera manga corta, manga larga y camiseta.
Todo un traje de astronauta mariquita.

Se sento semidesnudo frente al hogar. Mocos.
Miro el fuego hipnotizado como siempre y deteniendo el tiempo intuyo como recordaria esos dias. Esos años. Puta madre, babeaba.
La luz se perdia. El fuego se iba. Era victima.
Acosto temblando su angustia en calzones en posición fetal, tratando de absorber el ultimo calor. Se quedo dormido.