lunes, 5 de febrero de 2007

Nunca Con Caliente

Las preposiciones no eran lo suyo. Ojo que Manuelito era bien despierto en eso del lenguaje. Escribía de lindo, decía Mirta, su maestra de 6º B. Adjetivos, los que quieras. “Lindo, bonito, bello, hermoso" y muchas más dijo en Feliz Domingo en una de las pruebas, allá por el año 88. Y ni hablar de los adverbios, sustantivos, OD, OI y lo que le pusieran enfrente.
Pero con las preposiciones no había caso che, no había vuelta que darle. Y eso que mamá Irma lo inscribió en clases de apoyo en el Instituto del barrio. Pero no se veían avances. Manuelito, en mitad de una frase, se despachaba con “estoy enamorado sobre Marielita”. Para qué decir que una vez no ganó el CONARIP de Oratoria en 7º, porque al hablar sobre la vida de un herrero dijo “Hijo mío, tienes que tomar las herraduras frías, nunca con caliente”. Y sonó, lógico.
Lo llevaron a todas partes, ojo. Nada de darse por vencidos. Mama Irma revolvió cielo y tierra con el tema este. Psicopedagogos, especialistas del aprendizaje, de todo. Una fortuna gastó la familia de Manuelito. Y él dale con mezclarlas.
Hasta que un día, tiraron la toalla. Leyeron en el Selecciones que no era bueno presionar tanto a un niño, que podía salir algo psicópata de grande. Así que lo dejaron ser, allá él con sus “as, sobres, pores, trases”. Era feliz -al menos sonreía mucho-, y eso es lo importante al final, ¿o no? ¿Qué más da un simple error del lenguaje?


Pero Manuelito no llegó a los 19 años. Cayó a un pozo que los inoperantes de segba no supieron tapar. Nunca vio el letrero de precaución. Con tanta preposición fallida, nadie se había dado cuenta que Manuelito también era cieguito.

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