lunes, 30 de abril de 2007

Almidón Fantasma

Ese día, me levante con ganas de vestirme bien. Pero bien BIEN. No tenía nada especial, solo me desperté con esta idea fija en mi mente. Vestirme bien. Para cambiar el mameluco de la fabrica donde laburaba. Y el patético jeans y remera celeste que me ponía al salir.
Enfrente de la parada del colectivo, había (sigue estando, creo) una casa de vestir de hombre, que se nota de clase.
Siempre me quedaba mirando esos trajes, imaginando la cara de garcas de los que irían dentro de ellos.
Pero esa mañana me levante, y dije, “tengo que tener uno”. Y repito, no tenía intenciones de ir a ninguna reunión, entrevista o de levantarme a ninguna mina. A los lugares donde frecuentaba, tener todos los dientes era mas que suficiente para ganar como si fuera actor de cine. Y por suerte, mi vieja siempre me rompió las bolas con eso de cepillarme los dientes después de cada comida. Y el calcio. ¡Cómo rompía las bolas con el calcio! Mi pobre viejita, que Dios la guarde en la gloria. Pero gracias a ella, tengo una sonrisa inmaculada. Y las negras, morían (sé que sigo despertando suspiros por ahí). Caían como moscas. Así que el traje, no era por amor. Era por mí. Sólo por mí.
Así que saque la guita que guardaba en un par de medias, y me fui al local sobre la avenida. Entre, y salió un maracaibo a recibirme. Me pregunto que qué deseaba, como si allí vendieran algo mas que trajes. No perdí el buen humor, y le dije “una buena pilcha”. Me llevo a los colgadores, y empezó a mostrarme distintos sacos. Pero yo quería el de la vidriera. Ese donde salía el actor famoso, éste, el del comercial de aspiradoras. Me dijo: “No amor, ese no podes pagarlo”.

Hoy me levante de nuevo con ganas de vestirme bien. Así que le pedí al rengo Lucho, de lavandería, que le pusiera esmero a mi traje a rayas, y que si usaba extra almidón, le daba unos fasos. No todos los días se consiguen fasos en la cárcel, y se canjean muy bien. Perpetua por orgulloso. ¡Ma sí!

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