lunes, 26 de marzo de 2007

Orificios

La bala salió despedida del potente Mágnum con un sonido fuerte y seco. El arma había caído accidentalmente junto con el bolso donde estaba guardada. El suboficial Ramón Victorino, guardaba el bolso lejos del alcance de sus hijos (de 6 y 9 años) en lo mas alto de una repisa. Tan alto lo guardaba, que tenía que subirse a la silla de su dormitorio cada vez que buscaba su bolso.
Esa tarde, la silla no estaba, Raquel, su mujer, la había mandado a retapizar, junto con los sillones del estar. Por lo tanto, Victorino se puso en puntas de pie para alcanzar el bolso. No fue suficiente. Mirando a su alrededor, vio la escoba contra el baño –qué hacía ahí, ni idea-. Ramón tomó la escoba por la parte de paja, e intentó enganchar el palo con la manija del bolso. Al segundo intento, lo logró, y simplemente tiró del mismo.
El cierre del bolso estaba abierto, y el arma cayó de costado, pegó contra el suelo y se percutó.
La bala de calibre 357 encontró poca resistencia en la mampostería de la humilde vivienda de suboficial honesto. Atravesó el living, destrozó el televisor Grundig y salió por la ventana abierta. En San Juan, era plena hora de siesta, así que por suerte, la calle estaba desierta. La bala siguió su curso por la plaza, espantó unas palomas que bebían en la fuente, y continuó curso hacia el norte.
Todo parecía indicar que perdería fuerza y sólo quedaría en la memoria de Ramón Victorino, como un terrible recuerdo junto con un “de la que zafé”. Pero, siempre hay un pero en estos relatos, la mala suerte decidió saltearse la siesta religiosa. Doña Irma, había decidido abrir su puesto de verduras antes de lo normal, ya que el dolor de cintura, no la dejaba estar en cama. Así que llevó su Rastrojero hacia la feria. Mientras manejaba, sintió un golpe metálico contra su camioneta. Luego, al llegar a la feria, vería un perfecto orificio en el chasis. Qué mala suerte, dijo. Pero no le dio mayor importancia, era solo un orificio mas en el destartalado vehículo. Pero la bala, se desvió contra la camioneta de Doña Irma, y tomo rumbo oeste. Justamente, por esa dirección, venía en su Renault 4, Juana Delucci, profesora de física de 4 año, del Colegio Nº 4 de San Juan. La bala habría pasado por el costado del auto, sino fuera porque el viejo neumático derecho del Renault quedó en llanta. Con tanta mala suerte, que la profesora Delucci, se había bajado a ver el porqué del “cloc- cloc-cloc” del auto.
La bala, destrozó su aorta, pero por la poca potencia que llevaba, no provoco orificio de salida.
Esa tarde, Joaquín Soto, alumno del 4º año del Colegio Nº 4 Sanjuanino, estaba en estado de pánico. No había estudiado nada para el final de física de esa tarde. Se había quedado toda la noche leyendo “Las Dos Torres” otra vez. Mientras se vestía para ir al colegio, desesperado, releía los apuntes de física, sin entender nada. Se odió por ser tan irresponsable. Si se llevaba física, se quedaba sin el viaje a Buenos Aires para visitar a su primo Víctor, con quien tan bien la pasaba. Se insultó una y otra vez, mientras caminaba al colegio.Cuando llegó, y vio que las puertas estaban cerradas, lleno de felicidad y emoción dijo “Que buena suerte!”

1 comentario:

Anónimo dijo...

Seco cuñaito ;) . Estuvo muy bueno. Saludos.